miércoles, septiembre 05, 2007

"El arte de la felicidad"


"Cuando me encuentro con gente de diferentes partes del mundo, siempre recuerdo que todos somos básicamente iguales: todos somos seres humanos. Posiblemente vistamos ropas diferentes, nuestra piel sea de color diferente o hablemos distintos idiomas. Pero eso es superficial; en lo básico, somos seres humanos semejantes y esto es lo que nos vincula los unos a los otros. Además, es lo que hace posible que nos entendamos y que desarrollemos amistad e intimidad.
Puesto que todos compartimos este pequeño planeta, tenemos que aprender a vivir en armonía y paz entre nosotros y con la naturaleza. Esto no es solamente un sueño, sino una necesidad. Porque si cada uno de nosotros buscamos egoístamente sólo lo que creemos que nos interesa, sin preocuparnos de las necesidades de los demás, acabaremos no sólo haciendo daño a los demás, sino también a nosotros mismos.
Este hecho se ha visto claramente a lo largo de este siglo. Sabemos que hacer la guerra nuclear hoy, por ejemplo, sería una forma de suicidio; o que contaminar la atmósfera o el océano para conseguir un beneficio a corto plazo, sería destruir la base misma de nuestra supervivencia. Puesto que los individuos y las naciones están volviéndose cada vez más interdependientes, no tenemos más remedio que desarrollar lo que yo llamo un sentido de responsabilidad universal.
En la actualidad, somos realmente una gran familia mundial. Lo que ocurre en una parte del mundo puede afectarnos a todos. Esto, por supuesto, no es solamente cierto para las cosas negativas, sino que es igualmente válido para los progresos positivos.
Pero la guerra o la paz, la destrucción o la protección de la naturaleza, la violación o el fenómeno de los derechos humanos y libertades democráticas, la pobreza o el bienestar material, la falta de valores espirituales y morales o su existencia y desarrollo y la ruptura o desarrollo del entendimiento humano, no son fenómenos aislados que puedan ser analizados y abordados independientemente. De hecho, están muy relacionados a todos los niveles y necesitan ser tratados con ese entendimiento.
La paz, en el sentido de ausencia de guerra, es de poco valor para alguien que se está muriendo de hambre o de frío. No eliminará el dolor de la tortura infligida a un prisionero de conciencia.
La paz sólo puede durar allí donde los derechos humanos se respetan, donde la gente está bien alimentada y donde los individuos y naciones son libres.
El progreso material es, por supuesto, importante para el avance humano. En Tíbet prestamos muy poca atención al desarrollo económico y tecnológico, y actualmente nos damos cuenta de que esto fue una equivocación. Al mismo tiempo, el desarrollo material sin un desarrollo espiritual puede causar también graves problemas. En algunos países se concede demasiada atención a las cosas externas y muy poca importancia al desarrollo interior. Creo que ambos son importantes y deben ser desarrollados conjuntamente para conseguir un buen equilibrio entre los dos.
Los tibetanos somos siempre considerados por los visitantes extranjeros como gente feliz y jovial. Esto forma parte de nuestro carácter nacional, arraigado en valores culturales y religiosos que acentúan la importancia de la paz mental conseguida por medio de generar amor y bondad hacia todos los seres vivos, humanos y animales. La clave es la paz interior: si se tiene paz interior, los problemas externos no afectarán al profundo sentido de paz y tranquilidad. En este estado mental se pueden afrontar las situaciones con razonamiento y tranquilidad, mientras se mantiene la felicidad interior. Esto es muy importante. Sin paz interior, por muy confortable que sea la vida material, aún se estará preocupado, molesto o triste por diferentes circunstancias."

Su Santidad el Decimocuarto Dalai Lama Tenzin Gyatso.
Oslo, Noruega, Diciembre de 1989.