martes, febrero 12, 2008

Venezuela, la Revolución y las dos almas del Socialismo:




La Hiedra será a partir de ahora la nueva revista de En Lucha. Después de más de diez años sacando a la calle el periódico del mismo nombre, cambiamos de formato pero no de objetivo. Esta revista quiere ser una herramienta de lucha, y para ello estará abierta al debate de ideas y al intercambio de análisis y estrategias con otros activistas de los movimientos sociales, pero también con las demás organizaciones de la izquierda alternativa.

El contexto en el que nos encontramos viene marcado por cuatro años de gobierno social-liberal del PSOE. Durante estos cuatro años hemos visto cómo el PSOE, a pesar de hacer ciertas reformas de carácter social, ha continuado con una política económica basada en la privatización de los servicios públicos – con consecuencias como el caos en los trenes catalanes –, la precarización cada vez mayor de los trabajos y miles de trabajadores despedidos a causa de las deslocalizaciones. El aumento de los precios de la vivienda y de los precios de los alimentos básicos se ha agravado con las políticas de contención de salarios. Por otra parte, la no derogación de la ley de partidos, la negación de la naturaleza política del conflicto en Euskal Herria y la política de represión constante hacia la izquierda abertzale, ha llevado al proceso de paz al fracaso. Al escribir estas líneas, el propio Gobierno afirma que es cuestión de días que se haga efectiva la ilegalización de ANV.
Y por si fuera poco, la ocupación de Afganistán y el Líbano por parte de las tropas españolas continúa.

A todas estas políticas se le suma la prácticamente inexistente oposición de Izquierda Unida e Iniciativa per Catalunya-Verds / Esquerra Unida i Alternativa (IC-V/EUiA). Oposición que en Catalunya se ha convertido en colaboración con el Govern d’Entesa donde IC-V/EUiA ha asumido la Conselleria de Interior, y por lo tanto la dirección de los Mossos d’Esquadra.

Para hacer frente a esta falta de alternativas es necesario construir desde las diferentes luchas y movimientos sociales una nueva izquierda que plantee claramente que hay otras posibilidades de organizar la sociedad. Esta nueva izquierda sólo podrá venir impulsada desde la unidad de todas las fuerzas antineoliberales y anticapitalistas. Y, a su vez, eso sólo será posible a través de las luchas y campañas unitarias construidas desde abajo. Si durante todos estos años ha habido un momento donde es necesario y posible construir esta alternativa, este momento es ahora.

No es casualidad que, a pesar de ser el número de febrero, hayamos adelantado su publicación unos días. Siguiendo el llamamiento del último Foro Social Mundial, se están organizando de forma descentralizada varios foros. En Barcelona, se organiza el Fòrum Social Català, en Madrid, el Foro Social Mundial 2008 Madrid y en Sevilla, el Encuentro de Movimientos Sociales. De alguna forma, estas fechas simbolizan el carácter que pretendemos darle a la revista. Estos foros son un reflejo de cómo en los últimos años las luchas se han extendido a nivel global. América Latina es el ejemplo más claro, con movimientos revolucionarios que ponen en cuestión al sistema, pero también en Europa, con la creación de nuevos partidos antineoliberales en muchos países y la resistencia al imperialismo. Estos ejemplos nos deben animar a seguir movilizándonos y a buscar alternativas.

Para ello, entendemos que los que queremos cambiar el mundo debemos profundizar en nuestras ideas y debatirlas, y por eso en las páginas de La Hiedra podrás encontrar secciones donde se trataran una gran variedad de temas: análisis y opinión sobre la situación estatal e internacional, movimiento anticapitalista, ecología, la lucha de la clase trabajadora, la opresión de las mujeres, cultura y teoría marxista; debates sobre cómo construir una nueva izquierda y qué alternativas hay para avanzar; análisis teórico e histórico de las luchas del pasado y su relación con las luchas de hoy y muchos temas más. Asimismo, también queremos abrir las páginas de nuestra revista a colaboraciones de los activistas de diferentes movimientos para que puedan exponer sus ideas. Además, cada mes contaremos con la opinión de Óscar Simón en la contraportada que nos dará su visión desenfadada sobre todo tipo de temas de actualidad.

Esperemos que con esta nueva revista podamos, entre todos y todas las que participarán en ella, aportar ideas y debate a este nuevo reto que se nos plantea. Desde aquí te animamos a comprarla y leerla cada mes porque sólo con tu apoyo podremos hacerla crecer.

Publicado por En Lucha, Viernes, 01-02-2008

http://www.enlucha.org

Venezuela, la revolución y las dos almas del socialismo

Por Enric Rodrigo (01-02-2008), La Hiedra, Nº1, feb-08. Revista del grupo En Lucha.


La reciente derrota de la reforma constitucional en Venezuela y la creación del PSUV han planteado una cuestión central: socialismo desde arriba o desde abajo. Enric Rodrigo nos acerca a los debates entorno al socialismo del siglo XXI.

“Las contradicciones internas se intensificarán en los próximos meses, surgirán más contradicciones, simplemente porque no tenemos planes de detener la marcha de la revolución”
Hugo Chávez, 24 de marzo de 2007, hablando ante 2.000 propulsores del PSUV.

Las últimas revueltas en América Latina han generado gran interés por todo el planeta. Especialmente, Venezuela está centrando la atención de una generación que ha sido y es la protagonista de las principales protestas contra la globalización neoliberal y las nuevas guerras imperialistas.

El éxito de eventos de carácter internacional celebrados en Caracas en los últimos años, como el Festival Mundial de la Juventud (2005) o el Foro Social Mundial (2006), ponen de manifiesto la atracción que sienten miles de jóvenes por conocer de primera mano los entresijos de una revolución en marcha. Y es que el proceso revolucionario bolivariano ha llenado de significado la necesaria búsqueda de alternativas para construir otro mundo posible. Alternativas que en el caso venezolano reposan sobre los pilares del antiimperialismo y la revolución.

En Venezuela, desde que en 1958 se firmara el Pacto de Punto Fijo, dos grandes partidos se sucedieron en el poder, la socialdemocracia de Acción Democrática (ad) y la derecha cristiana de la copei, excluyendo las opciones más participativas a la hora de entender y de hacer la política.

Durante 40 años, ambos partidos se dedicaron con ligeras diferencias a aplicar los dictámenes de un capitalismo cada vez más global, cuyo rumbo era dirigido desde Washington a través de los organismos financieros internacionales. Por aquel entonces, el empobrecimiento de las capas populares, que en 1998 situaba al 50% de la población venezolana por debajo del límite de la pobreza y donde el 20% de la población percibía menos del 5% de los ingresos del país, se justificaba con la necesaria adaptación a un mundo global cambiante y altamente competitivo.

Pero las masivas y violentas revueltas de febrero de 1989, el Caracazo contra los ajustes estructurales promovidos por el presidente Carlos Andrés Pérez (ad), habían mostrado ya que un importante cambio empezaba a gestarse en las bases, donde la movilización iba a tener un papel altamente destacado. El antiimperialismo —entendido ahora como la necesidad de deshacerse del yugo de las políticas económicas estadounidenses— y la revolución —como idea de cambio radical y desde abajo— empezaban a tomar forma en Venezuela. A pesar de ello, harían falta largos años para que madurase el proceso.

La elección de Hugo Chávez en 1998 marcó el inicio de una nueva etapa que, no exenta de múltiples contradicciones, ha destacado, a marchas forzadas, la actualidad de la lucha de clases. Las viejas élites del puntofijismo —ahora desplazadas a la oposición política, pero aún con todo su poder económico, social e incluso mediático— tramaron un golpe de Estado en abril de 2002, organizaron un paro patronal entre diciembre y enero de 2002-03 y plantearon un referéndum revocatorio en agosto de 2004 para recuperar las riendas del Estado. Pero todos sus planes se vieron frustrados por la masivas movilizaciones de base, protagonizadas no sólo por los sectores oficialistas del chavismo, sino por una amplísima gama de trabajadores, campesinos, indígenas, estudiantes y militares. Éstos crearon y desarrollaron sus propias formas de organización, entre ellas su propio sindicato de clase —la UNT, que cuenta ya con más de 2 millones de afiliados— así como los Consejos Comunales que aún organizan la vida cotidiana de pequeñas comunidades, de entre 200 y 300 personas, en áreas urbanas.

Enfrentados a una oposición golpista que goza del respaldo internacional de las fuerzas neoconservadoras, los revolucionarios en Venezuela afrontan diariamente debates sobre la política, la táctica y la estrategia de un proceso encaminado hacia el socialismo del siglo XXI, pero no exento de múltiples divergencias sobre su significado entre sus propios partidarios.

La ajustada derrota en el referéndum sobre la reforma constitucional es una muestra de estas divergencias. No tanto por la derrota en sí misma, sino por la abstención de más de tres millones de votantes respecto a las elecciones presidenciales de diciembre de 2006, que de haber acudido a las urnas en esta ocasión, hubieran garantizado una amplia victoria del Sí a la reforma.

Sin embargo, la corrupción y la burocratización del proceso están creando un importante descontento que se traduce en fundamentadas críticas hacia la organización necesaria para construir el tan anhelado socialismo de nuestros tiempos. Los debates acerca de la construcción del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) resumen en gran parte las divergencias acerca del rumbo a seguir: asentar un modelo estatalista y oficial, desde arriba, al que las masas explotadas y oprimidas deben adherirse voluntariamente; o bien construir el socialismo del siglo XXI en base a las luchas desde abajo y a la extensión del poder popular. Es decir: reforma o revolución.

La revolución por dentro y hacia fuera
Las últimas elecciones presidenciales del 3 de diciembre de 2006 significaron una gran victoria para quienes apoyan el proceso bolivariano, que obtuvieron más del 62% del total de votos. Por el contrario, la oposición, agrupada en torno a Manuel Rosales —quien firmó y avaló el decreto golpista de Pedro Carmona el 11 de abril de 2002— y unida en una coalición de hasta 43 fuerzas políticas y sociales, ampliamente respaldadas a nivel internacional, sufrió una estrepitosa derrota. Desde entonces y hasta hoy, las presiones políticas parecen haberse agudizado tanto externa como internamente.
Por un lado, a través de la enorme presión mediática internacional ejercida tras la no renovación de la licencia de emisión de Radio Caracas Televisión, y posteriormente, a raíz del referéndum sobre la reforma constitucional. En ambos casos, la prensa internacional se alineó con la oposición golpista venezolana para dar rienda suelta a los más feroces ataques contra el gobierno democráticamente elegido de Hugo Chávez y contra sus iniciativas políticas. Así, el llamado cuarto poder, los medios de comunicación, ayudarían a crear las condiciones internacionales para justificar una “merecida” intervención en Venezuela.

Este escenario hace pensar que la oposición, lejos de reblandecerse, sigue en pie de guerra y cuenta con el apoyo de las fuerzas neoliberales europeas y estadounidenses. Se está reorganizando y esperando el momento más oportuno para derrocar la V República por cualquier medio que tenga a su alcance.

Por otro lado, a nivel interno, el discurso de la unidad que pronunció Chávez, el 15 de diciembre de 2006, agitó los debates sobre el socialismo del siglo XXI, su significado y su construcción. La propuesta de construir un nuevo partido unido revolucionario puso en alerta a todas las fuerzas chavistas, tanto a las que respaldan a Chávez desde su derecha u —organizaciones empresariales nacionalistas, oportunistas y socialdemócratas— como a las que lo hacen desde su izquierda.

El futuro Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) fue presentado como un reto inmediato para afrontar tres grandes objetivos: poner fin a la corrupción surgida del arribismo burocrático, forjar la unidad orgánica de los revolucionarios y dotar de un nuevo instrumento político al proceso revolucionario para la construcción del socialismo del siglo XXI.

Pasado un año desde su anuncio, queda patente que la llamada a la construcción de un partido que impulse el proceso revolucionario y el socialismo ha encontrado un enorme eco entre las capas populares. Más de 5,8 millones de venezolanos se han inscrito como “aspirantes a militantes del psuv” para participar en un intenso período de discusión sobre las características, la definición y el funcionamiento interno del futuro partido.

Sin embargo, aunque a primera vista parece una homogénea marea “roja, rojita” en defensa del proceso revolucionario, si se mira con más detenimiento se observan multitud de tensiones y batallas internas entre distintos bloques políticos con el objetivo de ganar influencia en el movimiento y dentro del futuro partido. La relación de fuerzas entre los distintos bloques y el peso de sus argumentos marcarán, en gran medida, el destino inmediato de un psuv que aún no existe pero que ya se vislumbra.

Los sectores más combativos que batallan por la autoemancipación de la clase trabajadora y los oprimidos no pueden aislarse del movimiento esquivando los debates acerca de qué partido construir. Pero tampoco pueden esconder los peligros que esconde el proceso constituyente del PSUV.

El PSUV: ¿un partido revolucionario?
Algunos de los debates que se han iniciado a raíz de la construcción del futuro PSUV tienen una especial relevancia para los marxistas revolucionarios. Las discusiones acerca qué tipo de organización es necesaria construir ya son un reto en sí mismas cuando más de 5,8 millones de venezolanos se han inscrito para afrontar públicamente el debate.

Desde agosto, cientos de asambleas locales, los denominados batallones socialistas, se han reunido periódicamente para dar forma desde abajo a ese nuevo partido, en última instancia eligiendo a sus propios representantes para un próximo primer congreso nacional. A pesar de ello, esto no es garantía suficiente como para aceptar, sin más, el modo de construir el PSUV. En el presente, no sólo está en juego la definición del partido, sino también su relación con el movimiento y su visión acerca de cómo construir el socialismo del siglo XXI. Los distintos bloques que, por ahora, apoyan el proceso buscarán orientar el futuro partido hacia sus propias perspectivas políticas.
La primera pregunta a realizarse es si se puede considerar al futuro psuv como a un partido revolucionario. Ahí no existe lugar para dudas, pues sin reparo alguno, organizaciones empresariales venezolanas se han inscrito para edificar el nuevo partido. La respuesta es inapelable: las contradicciones de un partido que cuente en sus filas con representantes de la clase capitalista nacional no tomará el socialismo y la revolución como el ejercicio de “autoemancipación de la clase trabajadora” que vaticinó Marx.

Aunque por ahora sólo es posible plantear hipótesis al respecto, la presencia de representantes de la clase capitalista venezolana en el proceso de construcción del PSUV frenará cuestiones centrales como el papel de los trabajadores en el proceso revolucionario o la actitud del partido hacia la propiedad privada de los medios de producción. Con suerte, su postura será vacilante, reconociendo el papel de los trabajadores y trabajadoras pero rebajándolo a meros acompañantes de un proceso liderado desde las instituciones. En el peor de los casos, su presencia puede priorizar el resguardo de la economía nacional por encima de los intereses de las clases trabajadoras y oprimidas.
La relación de fuerzas juega, sin duda, en contra de las organizaciones empresariales que se inscribieron para construir el nuevo partido. Por ahora, las fuerzas políticas de la izquierda son muy superiores. Sin embargo, en algunos contextos y con hábiles alianzas con los sectores más moderados del chavismo, los pequeños empresarios venezolanos podrían convertirse en un auténtico freno para el desarrollo de aspectos fundamentales del carácter pretendidamente revolucionario del PSUV.

Aspectos que, a priori, también tratarán de evitar quienes mayor rendimiento están sacando de la V República, principalmente parlamentarios, gobernadores y cargos no electos de la burocracia estatal, también inscritos como “aspirantes a militantes del PSUV”. Chávez asegura que la elección de representantes desde la base en el futuro partido servirá para que “aparezcan los verdaderos liderazgos”, pero esto por sí solo no acabará con la corrupción y el clientelismo que caracteriza a un importante sector del oficialismo actual, ligado a las instituciones burguesas y a la maquinaria estatal —que a pesar de la reforma constitucional siguen intactas—. De hecho, este bloque conformó ya a mediados de agosto una fracción parlamentaria oficial del psuv en un encuentro al que acudieron más de 120 diputados, representando a todos los estados para hacer una evaluación detallada del proceso de formación del PSUV, incluyendo los problemas y desafíos Su mayor preocupación no será impulsar el proceso revolucionario desde abajo, sino defender los privilegios adquiridos por la nueva capa de burócratas del Estado así como asentarse definitivamente al frente de éste.

La idea de Marx y Lenin sobre la organización necesaria para intervenir en un proceso revolucionario dista mucho de lo expuesto hasta aquí. Ellos no hablaron de un partido para administrar el Estado capitalista ni, por supuesto, tampoco de un partido interclasista. Más bien todo lo contrario: un partido para la acción formado por los trabajadores y las trabajadoras más conscientes y decididos a participar e impulsar hasta la victoria las luchas reales de la clase trabajadora y los oprimidos.
Afortunadamente, más allá de burócratas, diputados y pequeños empresarios, la mayor parte de los inscritos en el psuv son activistas de clase trabajadora, siendo contradictoriamente el bloque menos homogéneo. Así, una vasta representación de la clase trabajadora estará presente en el partido. Pero un partido que aspire a representar al conjunto de los explotados —como aparenta ser el PSUV— no puede más que reflejar el desigual nivel de conciencia de la clase trabajadora, tanto su activismo y rebeldía, como su propia pasividad y conformismo, pues seguramente en él podremos encontrar desde sindicalistas revolucionarios hasta trabajadores cercanos a la socialdemocracia.
Cabe poca duda al respecto, el psuv tendrá su origen en los sectores populares de la sociedad venezolana y probablemente será un partido de masas, sin embargo, su amplitud resultará poco efectiva para hacer avanzar el proceso revolucionario. Las contradicciones son evidentes y, de no resolverse, en el peor de los casos, lejos de reforzar el proceso, podrían frustrar las perspectivas revolucionarias de muchos activistas.

El PSUV: ¿qué socialismo?
La segunda pregunta que deberíamos plantearnos nos lleva a otro gran debate: ¿qué socialismo defenderá el PSUV? Cualquier bolivariano nos respondería lo mismo: ¡el socialismo del siglo XXI pana! Pero todo activista tiene su familia política y cada tendencia, inevitablemente, tiene su perspectiva particular al respecto.

En enero de 2005, durante el transcurso del V Foro Social Mundial celebrado en Porto Alegre, Hugo Chávez proclamó el rumbo socialista del proceso venezolano. Gracias al impacto internacional de los foros sociales, millones de activistas por todo el mundo celebraron tan valiente declaración de intenciones. Ahora, tres años después, enfrentados a la construcción de un partido que debería acelerar este proceso, las discusiones sobre el significado del socialismo toman una nueva dimensión.

Por activa y por pasiva, Hugo Chávez ha desestimado la posibilidad de repetir la experiencia del “socialismo real” de la Rusia estalinista, declarando al socialismo del siglo XXI como “el socialismo de la nueva era”. Pero ¿de qué socialismo hablamos?

La verdad es que hay mucha confusión al respecto y para empezar son necesarias dos aclaraciones: no existe todavía ningún tipo de socialismo en Venezuela, como tampoco existe más allá de sus fronteras.
Algunos intelectuales como Heinz Dieterich, uno de los principales asesores de Hugo Chávez, distinguen entre el socialismo del siglo XXI, como el objetivo final del proceso, y la etapa actual, a la que caracterizan como de transición, donde las nuevas formas de organización conviven y a la vez transforman las viejas relaciones capitalistas. Tal perspectiva, ampliamente aceptada en Venezuela, conlleva un peligro esencial: entender que el socialismo ya existe de facto —aunque sea a pequeña escala— y que se expande irremediablemente como una gota de aceite mediante la acción política, la reforma de las instituciones y las relaciones sociales que de ellas se derivan.
Resulta evidente que el PSUV se presentará como el garante de estas reformas durante la lenta transición. Y aunque nuevamente no es más que una hipótesis, muchos no tardarán en concluir, erróneamente, que “si gobiernan los socialistas es que el socialismo existe en Venezuela”, a pesar de la existencia, o coexistencia en el mejor de los casos, de la propiedad privada y de la inmensa concentración de capital que todavía persiste en el país caribeño en manos de una minoría privilegiada.
El reciente anuncio de la construcción de “200 fábricas socialistas” por todo el país pone de manifiesto la falsa idea de que socialismo y capitalismo pueden convivir durante largo tiempo. Este nuevo proyecto forma parte de una amplia estrategia para aumentar la producción nacional y desarrollar la industria estatal, a fin de elevar las condiciones socioeconómicas de algunas de las regiones más pobres del país. Sin embargo, las “200 fábricas socialistas” no funcionarán bajo el control de los trabajadores, sino que, de haberse aprobado la reforma constitucional, habrían sido dirigidas por un nuevo órgano del Estado, las “comunas”. Éstas estarían constituidas a partir de los ya existentes consejos comunales, que así pasarían a formar parte del Estado.

Pero el socialismo no se basa en la propiedad y la planificación estatal de la economía, y ahí es donde más contradicciones surgirán dentro y fuera del PSUV. La propiedad estatal, por sí sola, no puede evitar que una casta burocrática dirija el proceso productivo en su propio beneficio, como ya pasó en la propia PDVSA en los tiempos del puntofijismo, llegando a ser considerada como “un Estado dentro del Estado”. Sin embargo, este falso “modelo socialista” les viene como anillo al dedo a aquellos que ven al PSUV como el futuro encargado de dirigir el proceso de transición al socialismo.

Por otro lado, y aunque se ha insistido en que el socialismo del siglo XXI es nuevo, resulta lógico enmarcarlo en el contexto político y social de la realidad latinoamericana. Inevitablemente, a la hora de hablar de socialismo, Cuba y su revolución siguen teniendo un peso específico en la izquierda. Para muchos venezolanos, la retórica revolucionaria cubana y sus constantes enfrentamientos con eeuu convierten al régimen cubano en, por lo menos, un modelo fiable. Tan fiable, que algunos llamados “socialistas” estarían dispuestos a impedir la democracia de base o a suprimir la autonomía de los sindicatos, como sucede en Cuba, para tomar el partido como herramienta de control y represión en nombre del socialismo del siglo XXI. Desgraciadamente, lo que es real en Cuba, la dictadura del capitalismo de Estado, será un peligro constante para el psuv así como para el proceso revolucionario en Venezuela.

Desde arriba o desde abajo: las dos almas del socialismo
Tal y como hizo Hal Draper cuarenta años atrás al estudiar “las dos almas del socialismo”, podemos señalar que “a lo largo de la historia de las ideas y de los movimientos socialistas, la fundamental división se da entre socialismo desde arriba y socialismo desde abajo”. Esta afirmación, redactada en 1966 con motivo de la crisis de identidad del socialismo, podría explicar hoy de forma efectiva las dinámicas que se enfrentan en el proceso revolucionario venezolano.

Siguiendo la argumentación de Draper: “lo que une a las muchas diferentes formas de socialismo desde arriba es la concepción de que el socialismo (o un razonable facsímile de él) debe ser otorgado como limosna a las masas agradecidas, de una forma u otra, por una élite dominante que, de hecho, no está sometida a su control”.

Algunos dirán que esa no es la realidad en Venezuela. La participación y la movilización popular en la política cotidiana son tremendamente activas desde que Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales en 1998 y, ahora, aseguran que en el psuv los líderes serán elegidos por las bases sometiéndose a su control.

Sin embargo, hasta este momento las prioridades políticas del proceso de cambio social han estado marcadas por decretos e iniciativas guiadas desde arriba: la propuesta de reforma constitucional, la construcción de fábricas socialistas o el propio decreto de unidad para conformar el psuv. Las dudas sobre si el proceso será construido desde la base o si lo seguirá siendo, como hasta ahora, guiado desde arriba son palpables.
A pesar de ello, muchas reformas que se han producido en Venezuela han sido positivas para grandes capas sociales, aún siendo decretadas desde arriba, y es obligación de todos los revolucionarios defenderlas así como luchar por nuevas y más profundas reformas. Pero sin renunciar a la independencia del movimiento revolucionario frente al gobierno y a sus instrumentos políticos.

Hay muchos elementos en el psuv que se ven a sí mismos y al futuro partido como a los elegidos para guiar, mágicamente, el proceso de construcción del “socialismo de la nueva era”, ya sea controlando a las masas movilizadas desde los puestos privilegiados del poder político o ejerciendo de mediadores entre éstas y el Estado bolivariano. La alta abstención en el pasado referéndum sobre la reforma constitucional es quizás una muestra de los fundamentados temores de un importante sector del movimiento popular bolivariano hacia esta perspectiva.
En Sanitarios Maracay o en Sidor se ha vivido la peor versión del socialismo del siglo XXI: los trabajadores de ambas fábricas exigían la nacionalización y el control obrero de las plantas y el gobierno negó tal solución mientras buscaba una salida negociada entre el Estado y los trabajadores. ¿Significa esto que el Estado bolivariano no defiende los intereses de los trabajadores? Bueno, en ambos casos, la respuesta es que como mínimo el chavismo oficial ha tenido otras prioridades. En el caso de Sidor, empresa de capital privado argentino, la prioridad fue mantener buenas relaciones con la Argentina de Kirchner. En el de Sanitarios Maracay, se consideró, simplemente, que su lucha no era trascendente para el proceso, al considerarla una empresa no estratégica para la revolución.

Por el contrario, Draper dice que “el corazón del socialismo desde abajo es su afirmación de que el socialismo solamente puede ser realizado a través de la autoemancipación de las masas activas en movimiento, llegando a él libremente con sus propias manos, movilizadas ‘desde abajo’ en una lucha para hacerse cargo de su propio destino, como actores (no simplemente como sujetos pacientes) de esta etapa de la historia”.

Ésta ha sido la experiencia directa de cientos de miles de activistas del movimiento bolivariano, quienes primero derrotaron en las calles el golpe de Estado, en abril de 2002, para más tarde romper —por su propio interés y haciéndose cargo de su propio destino— con la corrupta central sindical CTV durante el paro patronal de 2002-03.
Sin duda, el socialismo del siglo XXI se construirá al calor de las luchas, con los trabajadores actuando como una fuerza independiente y no como respuesta a ningún decreto. La autoemancipación de la clase trabajadora no es posible si los trabajadores y trabajadoras más conscientes no están en el centro de cada lucha, bien organizados y fuertemente conectados al resto de la clase y a las capas más oprimidas de la sociedad.

El socialismo que plantean quienes han ocupado fábricas y tierras o quienes impulsaron los consejos comunales para autoorganizar las comunidades es totalmente distinto de aquel que se debate en el parlamento. Muchos de estos sectores tratarán de que el psuv tenga un papel muy distinto: que impulse las reformas pero también que apoye, fundamentalmente, las luchas desde abajo. Algo que, por ahora, no está pasando.

Las dos almas del socialismo estarán presentes en el psuv y de forma mucho más evidente en el amplio movimiento bolivariano, aunque no pueden convivir eternamente, como tampoco pueden convivir capitalismo y socialismo.

Luchar por reformas para ganar la revolución
El principal peligro del psuv reside en su institucionalización, en convertirse únicamente en un partido de gobierno. Éste es un riesgo al que se verá expuesto permanentemente y por el que importantes sectores del chavismo están apostando. Pero al mismo tiempo, la masiva afluencia de activistas a su construcción también es señal de las posibilidades que ofrece.

Amplios sectores se han acercado al psuv con una clara intención de dar voz a los sin voz, de pelear contra la burocratización del proceso revolucionario y de afrontar, públicamente, una importante batalla ideológica contra el reformismo. Éste es el caso de la corriente Marea Clasista y Socialista, encabezada por el dirigente sindical Stalin Pérez, o de muchos activistas revolucionarios que de forma crítica y
expectante ingresaron en el partido.

Sin embargo, otros sectores abiertamente revolucionarios decidieron no ingresar sino presentar las mismas intenciones desde fuera, alertando de los peligros de partidización del movimiento popular o bien de las dificultades de elaborar un auténtico programa socialista junto a burócratas, empresarios y oportunistas.

No obstante, siendo el psuv un partido que, no sin dificultades, podría impulsar amplias reformas, un partido al que mirarán cientos de miles de activistas comprometidos con la revolución, la batalla ideológica en su interior será de gran importancia de ahora en adelante. La posibilidad de constituir tendencias internas, que inicialmente no existía, merece por lo menos ciertas expectativas, aún siendo conscientes de los enormes peligros que acecharán al partido. La habilidad de los sectores revolucionarios para conformar un programa anticapitalista y defender la democracia interna será clave en los próximos meses.

No menos importante será la capacidad de impulsar, dentro y fuera del psuv, las luchas sociales y políticas que sin duda emergerán de la combatividad de las masas. El trabajo común de militantes sociales de dentro y fuera del psuv sería una excelente noticia. Significaría, al menos, que se han ganado ciertos debates, como mínimo frente al “canibalismo político” que meses atrás tildaba de contrarrevolucionario a todo aquel que no ingresara.

A veces lo correcto no es acertar sino darse cuenta a tiempo de los errores cometidos y corregirlos. La actitud vigilante de los activistas revolucionarios frente a los riesgos y potencialidades del psuv, es una excelente señal de alarma para quien cree que el partido traerá consigo el socialismo.

Hasta hoy el proceso revolucionario ha avanzado gracias a las luchas desde abajo, defendiendo el proceso de los ataques golpistas, al mismo tiempo que forzando nuevas y amplias reformas. A través de su propia experiencia, millones de venezolanos han sacado sus propias lecciones de la lucha anticapitalista, hasta llegar a abrazar algunos principios socialistas y radicalizar enormemente su discurso. En ese camino van madurando las condiciones para una revolución dentro de la revolución.
Con toda certeza, la batalla ideológica contra el reformismo y la burocracia deberá ganarse dentro del psuv mientras esto sea posible, pero sobre todo en el seno del amplio movimiento popular, garantizando su completa independencia y forzando la confluencia de las tendencias que ven en los trabajadores y en sus luchas el principal motor revolucionario. Es ahí donde una auténtica izquierda revolucionaria puede emerger en Venezuela comprometiéndose con el socialismo desde abajo, un socialismo construido en las luchas y no en los despachos.

El debate continuará, las luchas desde abajo también.


Texto tomado de http://www.enlucha.org/