jueves, abril 10, 2008

La venganza de la tierra:





















Es el título de un más que imprescindible libro de James Lovelock, miembro de la Real Society y calificado por New Scientist como "uno de los grandes pensadores de nuestra época".

Muy de vez en cuando y, en ocasiones por azar, el ser humano encuentra o atisba una idea que sintetiza o innova. Se consigue esa suerte de milagro gracias al esfuerzo de la voluntad y a ese fenómeno extraño de la vida que es la inteligencia. La inteligencia como conciencia de la realidad y actitud que poseemos los humanos capaz de entender y cambiar el mundo.

En esa dirección de entendimiento y cambio de la realidad, James Lovelock ha cristalizado una idea que concibe a la Tierra como una especie de macroorganismo vivo compuesto de múltiples y complejas partes que interactúan. La teoría Gaia de Lovelock es un acierto desde el propio nombre, traído a cuento desde la antigua Grecia y redivivo en la diosa Gaia que personifica la Tierra.

Es normal en el mito griego la personificación no sólo de la Tierra sino también de la Naturaleza y sus elementos. Los dioses griegos en sus diferentes jerarquías se identificaban con el cielo, el mar y hasta los manantiales. Así pues, la Tierra vivía y las relaciones de los dioses entre sí eran trasposiciones de las relaciones naturales entre los elementos que hoy nos son conocidas en un plano nada mítico pero más científico y humano.

Para la Ciencia, Gaia es la delgada capa esférica de la Tierra y agua que abarca desde el interior incandescente hasta la atmósfera superior. En esa "delgada" capa habitan literalmente organismos vivos de una antigüedad aproximada a los cuatro mil millones de años.

Con Gaia se abre una nueva perspectiva sobre el soporte físico vital de esos microorganismos que hoy conocemos como "extremófilos" -bacterias que viven casi indefinidamente y se reproducen en los ámbitos más extremos, sea en las fuentes termales del fondo del océano, sea en las capas más altas de la atmósfera, desde luego soportando las altísimas presiones en los intersticios de las rocas profundas de la Tierra y hasta en el azufre de los volcanes-.

Ellas, las bacterias, en número casi infinito, han preparado durante ese inmenso tiempo geológico la matriz terrestre para que pudieran darse y florecer las plantas y los maravillosos colores y aromas de las flores. Ellas, para que los animales que nos son reconocibles por tamaño y afinidad, mamíferos y todos los demás vivan; hasta el homínido que con una capacidad inmensa de transformación ha puesto en jaque a Gea o Gaia, que con ambos nombres se la designa.

Valga como frontispicio e introducción a más amplios desvelos, que desde Sabitariana animamos, las palabras del propio James Lovelock:

"Hemos crecido en número hasta el punto de que nuestra presencia afecta al planeta como si fuéramos una enfermedad. Igual que en las enfermedades humanas, hay cuatro posibles resultados: destrucción de los organismos invasores que causan la enfermedad; infección crónica; destrucción del huésped; o simbiosis, es decir, el establecimiento de una relación perdurable mutuamente beneficiosa entre el huésped y el invasor."

¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!

Biblia de Jerusalén, Mateo 23,24



Texto: Andrés Parra García
Fotografías: Isabel Guevara Poleo (Gran Sabana, Estado Bolívar - Venezuela)

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