Democracia Cultural
Cuando pensamos en la palabra democracia, inmediatamente la relacionamos con conceptos como libertad e igualdad. Libertad de expresión y opinión de nuestras ideas políticas, e igualdad en nuestra condición de ciudadanos que compartimos los mismos deberes y derechos. Esto, por supuesto cuando pensamos en ella de una manera ideal y abstracta, cuando hacemos referencia a los valores y principios que la representan. Sin embargo, cuando hablamos de ésta, refiriéndonos a su práctica política, la democracia se hace muy sospechosa y criticable, se convierte en todo caso, en el menos malo de los regímenes políticos. Pero esta mala reputación que goza la democracia como sistema político, se corresponde con su modelo o concepción burguesa, que sólo la entiende y practica desde la idea de la distribución del poder y la elección de representantes, nos referimos por supuesto, a la Democracia Moderna o Democracia Representativa. Pero cuando la democracia se comprende y analiza, desde el punto de vista cultural, y hablamos de la participación igualitaria de los distintos grupos culturales, dentro de su escenario social (García Canclini, 1987), el término democracia adquiere una profunda y verdadera identificación con sus principios y valores fundamentales.
El aporte de esta concepción, de esta forma de abordar la democracia, está en su valoración de los valores y las manifestaciones culturales, considerando a la cultura como un factor de igual importancia que el político y el económico, dentro de la esfera pública. La palabra democracia, tal como lo señala su etimología (demos: pueblo, kratos: poder o gobierno ), significa “el gobierno del pueblo”, siendo así, no tiene ningún sentido una democracia donde el ciudadano común, no se sienta identificado, ni involucrado con ésta, y menos aún, cuando dicho ciudadano se encuentra impedido de acceder a dicho sistema político porque el mismo Estado le niega tal derecho, ya que este ciudadano no se encuentra respaldado por instituciones o instrumentos legales, que le representen culturalmente y, mucho menos que favorezcan su participación social:
Cuando pensamos en la palabra democracia, inmediatamente la relacionamos con conceptos como libertad e igualdad. Libertad de expresión y opinión de nuestras ideas políticas, e igualdad en nuestra condición de ciudadanos que compartimos los mismos deberes y derechos. Esto, por supuesto cuando pensamos en ella de una manera ideal y abstracta, cuando hacemos referencia a los valores y principios que la representan. Sin embargo, cuando hablamos de ésta, refiriéndonos a su práctica política, la democracia se hace muy sospechosa y criticable, se convierte en todo caso, en el menos malo de los regímenes políticos. Pero esta mala reputación que goza la democracia como sistema político, se corresponde con su modelo o concepción burguesa, que sólo la entiende y practica desde la idea de la distribución del poder y la elección de representantes, nos referimos por supuesto, a la Democracia Moderna o Democracia Representativa. Pero cuando la democracia se comprende y analiza, desde el punto de vista cultural, y hablamos de la participación igualitaria de los distintos grupos culturales, dentro de su escenario social (García Canclini, 1987), el término democracia adquiere una profunda y verdadera identificación con sus principios y valores fundamentales.
El aporte de esta concepción, de esta forma de abordar la democracia, está en su valoración de los valores y las manifestaciones culturales, considerando a la cultura como un factor de igual importancia que el político y el económico, dentro de la esfera pública. La palabra democracia, tal como lo señala su etimología (demos: pueblo, kratos: poder o gobierno ), significa “el gobierno del pueblo”, siendo así, no tiene ningún sentido una democracia donde el ciudadano común, no se sienta identificado, ni involucrado con ésta, y menos aún, cuando dicho ciudadano se encuentra impedido de acceder a dicho sistema político porque el mismo Estado le niega tal derecho, ya que este ciudadano no se encuentra respaldado por instituciones o instrumentos legales, que le representen culturalmente y, mucho menos que favorezcan su participación social:
...hace un siglo, Tocqueville alababa las maravillas
del sistema democrático estadounidense, enfatizando que, con la excepción de los
esclavos, los sirvientes y los pobres mantenidos por los sistemas municipales,
no había nadie en Estados Unidos que no pudiera ser elector y participar, si
bien de manera indirecta, en la formulación de las leyes. Lo que es interesante,
es que para Tocqueville excluir a las mujeres, los esclavos, los sirvientes y
los pobres de la asistencia social-en otras palabras, más de la mitad de la
población de Estados Unidos en aquel tiempo- no era una violación al ejercicio
de los derechos democráticos de los individuos.
Carlos Alberto Torres. (2001). Democracia, educación y multiculturalismo.
Es por esta razón, que el ejercicio de la ciudadanía, en las democracias de los actuales “Estados Globalizados” juega un papel fundamental, porque partiendo de organizaciones e instrumentos que consagren y legitimen nuestra condición de “ciudadanos multiculturales”(Torres, 2001), lograremos poner en práctica una verdadera Democracia Participativa, en la cual, podremos llevar a cabo nuestra participación sociocultural, defendiendo y respetando tanto nuestros derechos como deberes culturales (Canclini, 1987).
Es por esta razón, que el ejercicio de la ciudadanía, en las democracias de los actuales “Estados Globalizados” juega un papel fundamental, porque partiendo de organizaciones e instrumentos que consagren y legitimen nuestra condición de “ciudadanos multiculturales”(Torres, 2001), lograremos poner en práctica una verdadera Democracia Participativa, en la cual, podremos llevar a cabo nuestra participación sociocultural, defendiendo y respetando tanto nuestros derechos como deberes culturales (Canclini, 1987).
Actualmente, el Estado Venezolano, consagra la participación y la pluralidad cultural en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (2000), en su artículo No.100, del Capítulo VI, De los derechos culturales y educativos, consagrando a las culturas populares, bajo el principio de interculturalidad e igualdad de culturas. Está en cada uno de nosotros, como miembros de la sociedad, la construcción de las reglas y las normas del país y del mundo que queremos. Creemos en la posibilidad de lograr establecer una sociedad democrática, pluralista y multicultural. Donde cada persona o comunidad, pueda vivir conforme a su identidad cultural, expresándola libremente, respetando por supuesto los derechos culturales de los demás y cumpliendo con sus deberes. Este constituye el marco de una verdadera Democracia Participativa, en la que creemos y por la cual luchamos los ciudadanos venezolanos del siglo XXI, donde ningún grupo cultural que compone nuestra sociedad, se encuentre en situación de opresión y discriminación, con respecto al resto de la población.
BIBLIOGRAFÍA
García Canclini, N. (1987). Políticas culturales en América Latina. México: Grijalbo.
Torres, C. (2001). Democracia, educación y multiculturalismo. México: Siglo Veintiuno Editores.
Velázquez Jordana, J. (1998). Encuentros Filosóficos hacia el tercer milenio: Las paradojas de la democracia, (46), Caracas, Espacios Unión.
Torres, C. (2001). Democracia, educación y multiculturalismo. México: Siglo Veintiuno Editores.
Velázquez Jordana, J. (1998). Encuentros Filosóficos hacia el tercer milenio: Las paradojas de la democracia, (46), Caracas, Espacios Unión.
Venezuela. (2000). Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
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